miércoles, 8 de agosto de 2007

27 DE AGOSTO. Luis Miguel Rabanal. De Elogio del proxeneta.

Tendré que acostumbrarme al presente ir y venir del pensamiento, cada día un desgarrón, cada noche el penúlti­mo placer que se termina. Tendré que ir con cuidado, por culpa del engañador profesional que es el recuerdo, tan recurrente él, tan aparentemente absurdo y un poquitín cabezota si le permito subírseme a las barbas. Y de lo que se trata es de dejar constancia, qué burda palabreja, de una porción de horas que fueron de algún modo mías y pesaron como ruedas de molino atadas a mi cuello, etcéte­ra. Tendré que despedirme, un día, no sé cómo aunque sé cuándo, sin pensar en nada más que no sea mi fragilidad, mi cólico nefrítico. Resumiendo, mi gran caos. De momento hoy disfruto de muchísima más sed, el estómago se achica y represen­ta una hoguera que no respeta edades, posicio­nes, haber ayer tenido un frío tremebundo en la espalda, o fue en el corazón desquiciado que conservo. Sed de ginebra, sobre todo. ¿Prosigo con mis inveteradas quejas o hago llamar a voces a Virginia, por si puede venir desde su peculiar distancia de cópulas magníficas y envueltas en penumbra? A estas alturas de la vida un coño no es lo de menos, no podría serlo jamás, no es tampoco la insolencia de antes al mostrárseme y con serenidad descubrirlo allí, único habitante de esta isla, los dos muy compenetrados, él o yo. Y el Deseo, ese mayúsculo deseo, se sobreviene cual mortaja que me invade y soy yo quien conmemora aquellos muslos abiertos, y sus alrededores gratos, del todo para mí. Y, con todo, falsos como una boca enrojecida mirada en el espejo sin azogue. Al amanecer le falta una puntada de cordura, o siempre es otra cosa.

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Dos horas más tarde y continúo. La memoria no debería poseer un rostro y sí, en cambio, disposición para abreviarlo. Olé. Me digo que la noche de tormenta no es la noche de tormenta de cuando era niño. Había caras pero desfiguradas aún por el pavor y el escándalo del trueno: éramos niños sin quererlo plenamen­te, sabíamos llorar sin que se notase. Transcurrió la noche, se hizo paulatinamente el día, pasó la infancia como una amenazante nube gris, y seguimos sin descubrir, en su totalidad, la identidad que entonces era nuestra. El alegre rostro de mi madre, el de mi hermano To, dónde están ahora. Qué leches hirvió y dejó escapar con ellos la memoria, como escribe Ordás Bocanegra en su libro de señuelos. Pues quiero recor­darlos y sólo encuentro retales de tela oscura colgados de las acacias, figuras del revés y manos sin las manos de los niños. Todo es un truco, lo sé, del prestidi­gitador sarnoso.


Si existe un blog que me haya deslumbrado últimamente es Elogio del proxeneta, de L.M. Rabanal, un poeta leonés al que hace tiempo perdí la pista y que redescubro ahora, con una voz tan intensa como una bala de cañón desgarrando la piel: cortante, visceral, profunda & auténtica. Buena prueba de ello, la entrada de su blog transcrita. Desde aquí, hermano, te admiramos y seguimos la pista.v.

4 comentarios:

mjromero dijo...

Por error alguien se ha comido un 2, el diario del proxeneta pone 27 ¿os importaría recuperar ese 2 inicial? Es por respetar el original.
Gracias.
Enhorabuena por vuestro blog, es muy bueno.

Hijos de Satanás dijo...

solucionbado, un pequeñó despiste...

xen dijo...

el "Eulogio" como coloquialmente se le va conociendo a esta auténtica maravilla creada por Luis Miguel Rabanal... imprescindible, de verdad... la voz de un maestro de los adentros... la voz del poeta...

mjromero dijo...

Con qué diligencia trabajáis.
Muchas gracias.