lunes, 15 de octubre de 2007

Un cuento de Sherman Alexie


Sherman Alexie es un escritor estadounidense, indio sponake. En sus libros aparece Cristo naciendo y muriendo de asco en una reserva india, el indio más duro del mundo, o un grupo de blues de pieles rojas. Relata de un modo increible, como una flecha trazando un arco por un cielo azul, limpio, la vida cotidiana de los auténticos norteamericanos , aquellos a los que despojaron de todo a cambio de una botella de licor de fuego.
Es un escritor cojonudo, que se merecería otro homenaje. Os recomiendo cualquiera de sus libros. Yo empecé por "La pelea celestial del llanero solitario y Toro", pero "El indio más duro del mundo" o "Blues de la reserva" son igualmente alucinantes. Ha escrito también poesía, y hay poemas colgados en la red que subiré a este blog en breve, pero desconozco si sus versos han sido traducidos y editados en español.
De momento, aquí va este cuento que apareció en Hermano cerdo, un fanzine digital del que todo es aprovechable: http://hermanocerdo.anarchyweb.org/
Patxi Irurzun


MEDIODÍA. Sherman Alexie

Un día tienes un hogar y al siguiente no, y sin embargo no voy a decirte mis razones particulares por las que soy un vago sin hogar, porque esa es mi historia secreta, y los Indios tienen que trabajar duro para mantener sus secretos lejos de los hambrientos hombres blancos.Yo soy un indio de Spokane, un salish del interior, y mi pueblo ha vivido dentro de un radio de cien millas de Spokane, Washintong, por al menos diez mil años. Crecí en Spokane, me mudé a Seattle hace veintitrés años para asistir a la universidad, fui expulsado tras dos semestres, trabajé para varios empleos manuales, me casé dos o tres veces, fui papá de dos o tres hijos, y enloquecí. Por supuesto “loco” no es la definición oficial de mi problema mental, pero tampoco creo que “desorden asocial” lo sea, porque eso me suena a que soy un asesino serial o algo por el estilo. Nunca he lastimado a otro ser humano o, al menos, no físicamente. He roto algunos corazones en mis épocas, pero todos lo hemos hecho, así que no soy nada especial en ese aspecto. Además, soy un rompecorazones aburrido. Nunca he salido o me he casado más que con una mujer a la vez. No dejé un corazón hecho pedazos durante una noche. Los rompí lenta y cuidadosamente. Y no batí ningún record de velocidad mientras salía por la puerta. Pieza por pieza, desaparecía. He estado desapareciendo desde entonces.No he tenido un hogar desde hace seis años. Si existiera algo como un efectivo hombre sin hogar, entonces supongo que soy efectivo. No tener hogar es quizá la única cosa en la que he sido bueno. Sé dónde conseguir la mejor comida gratis. Tengo amistades en restaurantes y con convenientes gerentes de tienda que me dejan usar el baño. Y no me refiero a los baños públicos. Hablo de los baños de empleados, los limpios que se esconden tras la cocina o la alacena o el refrigerador. Sé que suena extraño enorgullecerse de ello, pero para mí significa mucho ser lo suficientemente confiable como para orinar en el límpido baño de alguien más. Quizá no entiendas el valor de un baño limpio, pero yo sí.Probablemente nada de esto te interese. Los indios sin hogar están en cualquier lugar de Seattle. Somos comunes y aburridos, y tú caminas como si nada junto a nosotros, quizá con una mirada de disgusto o incluso tristeza por el terrible destino del noble salvaje. Pero tenemos sueños y familias. Estoy en buenos términos con un indio de la llanura sin hogar cuyo hijo es editor de un periódico de los grandes, allá en el Este. Por supuesto, esa es su historia, pero nosotros los indios somos grandes narradores y mitómanos y creadores de leyendas, así que quizá aquel indio vagabundo de la llanura sólo es un viejo indio de todos los días. Tengo ciertas sospechas de él, porque sólo se identifica como indio de la llanura, un término genérico, y no por una tribu específica. Cuando le pregunté por qué no me decía exactamente de dónde era, dijo “¿Alguno de nosotros sabe exactamente lo que somos?” Vaya, qué bien, un indio filosofando. “Hey,” dije, “de seguro tienes un hogar para comportarte así. Él sólo se rió, me lanzó un saludo y se alejó.Recorro las calles con una tripulación fija –mis compañeros, mis defensores, mi pandilla. Son Rosa de Sharon, Junior, y yo. Cuidamos uno del otro sin cuidar de nadie más. Rosa de Sharon es una mujer grande, de casi siete pies de altura si mides el efecto completo y como cinco pies de alto si sólo te fijas en lo físico. Es una india Yakama de una rama de los Wishram. Junior es un Colville aunque hay casi doscientas tribus que componen a los Colville, así que podría no ser nadie. Es guapo aunque parece salido de uno de esos anuncios públicos de no fumar. Tienes esos grandes huesos que son como planetas, ya sabes, con pequeñas lunas orbitando alrededor. Me pone celoso celoso, celoso. Si nos pones juntos, uno al lado del otro, él es el Indio Antes de la Llegada de Cristóbal Colón, y yo soy el Indio Después de la Llegada de Cristóbal Colón. Soy la prueba viviente del horrible daño que el colonialismo provocó en nosotros, los Pieles. Pero no voy a dejar que sepas cuánto miedo tengo de la historia y sus métodos. Soy un hombre fuerte, y sé que el silencio es el mejor método para lidiar con los tipos blancos.Esta historia realmente comienza en el almuerzo, cuando Rosa de Sharon, Junior y yo manipulábamos el pote hacia el mercado de Pike Place. Tras dos horas de negociación ganamos cinco dólares, suficientes para una botellas de coraje fortificado del más hermoso 7-Eleven del mundo. Así que tomamos el camino, sintiéndonos como guerreros borrachos, y pasamos por este casa de empeño que no nunca había visto. Y eso era extraño, porque nosotros los Indios hemos desarrollado un redar de casas de empeño. Lo más extraño, sin embargo, era el viejo atavío de baile powwow que vi colgando en la ventana.-Ese es el adorno de mi abuela –dije a Rosa de Sharon y Junior.-¿Cómo sabes que es ese? –preguntó Junior.No lo sabía con certeza, porque nunca había visto un atavío en persona alguna. Sólo había visto fotografías de mi abuela bailando con él. Y eran fotos tomadas antes de que alguien le robara el atavío, cincuenta años atrás. Aún así lucía tal y como mi memoria lo recordaba, y tenía las mismas plumas coloreadas que mi familia solía coser en nuestros atavíos powwow.-Sólo hay una manera de saberlo -dije.Rosa de Sharon, Junior y yo entramos a la casa de empeño y saludamos al viejo hombre blanco de detrás del mostrador.-¿En qué puedo ayudarles? –preguntó.-Ese es el atavío powwow de mi abuela, en su ventana –dije-. Alguien se lo robó hace cincuenta años, y mi familia lo ha buscado desde entonces.El prestamista me miró como si yo fuera un mentiroso. Lo entendía. Los prestamistas se llenan de mentiras.-No estoy mintiendo –dije-. Pregunte a mis amigos. Ellos le dirán.-Es el Indio más honesto que conozco –dijo Rosa de Sharon.-Muy bien, Indio honesto –dijo el prestamista-. Te otorgaré el beneficio de la duda ¿Puedes probar que es el atavío de tu abuela?Porque no quieren ser perfectos, porque sólo Dios es perfecto, el pueblo Indio cose desperfectos en sus atavíos powwow. Mi familia siempre cosía un adorno amarillo en algún lugar del atavío. Pero lo escondíamos tan bien que debías buscar muy bien para de verdad encontrarlo.-Si de verdad es de mi abuela –dije-, entonces tendrá un adorno amarillo escondido en algún lugar.-Muy bien, pues –dijo el prestamista-. Vamos a echar un vistazo. Bajó el atavío de su lugar junto a la ventana. Lo extendió sobre el mostrador de vidrio y comenzamos a buscar el adorno hasta que lo encontramos debajo de la axila.-Aquí está –dijo el prestamista, sin traslucir la menor sorpresa-. Tenías razón. Este el atavío de tu abuela.-Ha estadio perdido por cincuenta años –dijo Junior.-Hey, Junior –dije-. Es la historia de mi familia. Déjame contarla.-Está bien –dijo-. Me disculpo. Adelante.-Ha estado perdido por cincuenta años –dije.-Es la historia triste de su familia –dijo Rosa de Sharon-. ¿Va usted a devolverle el atavío?-Eso sería lo correcto –dijo el prestamista-. Pero no puedo darme el lujo de hacer lo correcto. Pague mil dólares por él. Simplemente no puedo dejar ir mil dólares.-Podríamos ir a la policía y decir que fue robado –dijo Rosa de Sharon.-Hey –le dije-. No comiences a amenazar gente. El prestamista suspiró. Pensaba en las posibilidades.-Bueno, supongo que deberían ir con los policías –dijo-. Pero no creo que les crean una palabra.Pareció triste por ello. Como si lamentara aprovecharse de nuestras desventajas.-¿Cómo te llamas? –me preguntó.-Jackson –dije.-¿Nombre o apellido?-Ambos –dije.-¿Hablas en serio?-Sí, es verdad. Mi madre y mi padre me llamaron Jackson Jackson. El mote de mi familia es Jackson Cuadrado. Mi familia es divertida.-Muy bien, Jackson Jackson –dijo el prestamista. ¿No creo que tengas mil dólares, verdad?-Tenemos cinco dólares en total –dije.-Eso está muy mal –dijo, y pensó duro en las posibilidades-. Te lo vendería en mil dólares si los tuvieras. Pero mira, para hacerlo justo te lo venderé por novecientos noventa y nueve dólares. Yo pierdo un dólar. Eso sería lo correcto en este caso. Perder un dólar sería lo correcto.-Tenemos cinco dólares en total –dije.-Eso está muy mal –dijo una vez más, y pensó aún más en las posibilidades-. ¿Qué tal esto? Te daré veinticuatro horas para volver aquí con novecientos noventa y nueva dólares. Regresas aquí a la misma hora de mañana con el dinero y te lo venderé. ¿Qué te parece?-Suena bien -dije.-Muy bien, entonces –dijo. Tenemos un trato. Y te daré un comienzo. Aquí tienes veinte dólares.Abrió su cartera y extrajo un arrugado billete de veinte dólares y me lo dio. Rosa de Sajaron, Junior y yo salimos a la luz del día para buscar novecientos setenta y cuatro dólares más.

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