viernes, 15 de febrero de 2008

JOKER'S NOT DEAD by David Murders


"¡¡¡Guau!!!" Este es el grito que lanzo y escupo al despertar atado a una batsilla pegajosa y asquerosa. Batman coge un tubo de goma que cuelga junto a mí y me lo mete por la boca y la garganta al tiempo que aprieta un botón que acciona una bomba que envía algún tipo de fluido al interior de mi cuerpo de colores.
Mi cabeza está sujeta al respaldo de la silla con una correa que me rodea la frente y las sienes y me mantiene con la vista al frente sin poder moverme.
Intento gritar: "¡Qué es esto, hijo de puta! ¡Qué es lo que me estás metiendo! ¡Maldito hijo de perra! ¡Maldito!" Pero lo que me sale es: "¡Dame más, hijo de puta! ¡Dame más, jodido cabrón! ¡Puta rata voladora! ¡Maldito hijo de Satanás!"
"¡¡¡Guau!!!" El murciélago me saca la goma de la boca de un tirón y me propina un par de tortas.
—Toma, hijo de puta —dice— ¿Rata voladora, dices? Ahora verás, cabrón.
Busca en un cajón cercano, se vuelve rápidamente e instala en mi cabeza una especie de casco metálico con dos brazos móviles que me separan los párpados de ambos ojos por completo, como en La Naranja Mecánica. Entonces, sonríe, me mira, se coloca una mano en la comisura de la boca a modo de altavoz y suelta un grito, el hijo de puta, que parece el chillido de un cerdo en la matanza; largo, ronco, agudo, penetrante y muy animal: "¡¡¡¡¡hhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!"
Dos enormes ratas infectas -peludas, mojadas; con cola pero también con alas batientes, alas de murciélago aunque de la misma textura y color que sus repulsivas colas de rata— aparecen delante de mí como salidas de ninguna parte y se lanzan atacando y chillando, una por cada lado, hacia mis ojos, moviendo las alas a toda hostia, lanzadas en picado, una por cada ojo, chillando mientras sus dientes castañetean de una manera infernal ¡Tengo una puta rata enorme aleteando a un palmo de cada uno de mis ojos! Sus ojos inyectados y clavados en los míos, las fauces abiertas, mandíbulas epilépticas, los dientes asquerosos, ultrafieros, sobredañinos ¡castañeteando locamente hacia a mí!
—¡¡¡Ahhhhhhhh…!!!! ¡¡¡Hijo de puta!!! ¡¡¡Cerdo hijo de puta!!! —grito presa de la histeria.
Las ratas se detienen. Empiezo a verlo todo como a cámara lenta. La imagen y el sonido se ralentizan y se van a detener. Todo se va a detener. Se me va la consciencia, es como un túnel, el cerebro se me para, quizá se me vaya la vida…, no puedo…, voy a…, se me va…, pero me recupero, respiro, alzo la vista y el maldito cerdo del murciélago se me acerca a la cara y dice:
—¿Cerdo hijo de qué… Cer-qué…?
Y lanza un nuevo grito de cerdo, pero esta vez es corto y seco, como una orden: "¡¡¡hi!!!".
Entonces, para mi corto alivio, las dos ratas retroceden; cada una se detiene a unos dos metros de mi y como a otros dos metros del suelo y se mantienen allí aleteando. Muevo los ojos. El murciélago se ha esfumado. Lo busco. No lo veo. Pero ahora escucho un galope de animal aproximándose y, de nuevo, como cuando llegaron las ratas, el estremecedor chillido de cerdo que viene creciendo en su versión larga: "¡¡¡¡¡hhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!"
Aún sobrecogido por la presencia espeluznante de las dos ratas rabiosas que aletean ante mi, intento focalizar la visión hacia donde proceden el galope y el grito, hacia el frente, hasta que veo cómo un cerdo enorme y terrible viene galopando furiosamente hacia mí, hacia mi entrepierna expuesta en la batsilla, galopando a toda hostia y gritando "¡¡¡¡¡hhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!", las fauces entreabiertas, los ojos negros y pequeños, como muertos e incrustados en una asquerosa y enorme cabeza blanca, inexpresiva, sucia, rosa y recubierta de cerdas amarillas, y grita "¡¡¡¡¡hhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!" ¡¡¡Su cabeza rosa y fiera!!!
Las dos ratas elevan su griterío infernal sobre el terrible galope del cerdo y se lanzan a por mis ojos desnudos, mordiéndomelos con sus asquerosos dientes como agujas de putrefacto marfil, clavándome sus infecciosas garras mientras siento el tacto y el olor de sus panzas, su pelo húmedo, sus carnosas colas de rata en las mejillas, en la nariz, en la boca. Sangre. Sarro de rata: "¡¡¡¡¡hhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!" Y el cerdo llega a su objetivo: me golpea brutalmente en la zona pélvica haciendo que la batsilla se deslice varios metros hacia atrás conmigo encima hasta que encuentra el límite de un muro contra el que el cerdo me devora los genitales mientras las ratas acaban de desollarme las dos cuencas oculares con toda la saña del reino animal.
Quisiera gritar, pero antes de poder hacerlo, una de las ratas se me mete en la boca y sigue comiéndose mi lengua. La otra se ocupa de la oreja izquierda.
Aún así, grito. Grito lo indecible. Eternamente. Grito en soledad. Pero no se oye nada. No se ve nada. No se siente nada ya.
Sólo un momento después, noto que Batman me introduce de nuevo el tubo de goma en la boca y, exhausto, me doy cuenta de que lo que ocurre es que ¡estoy en el puto dentista!: el tubo es el aspirador de saliva, las ratas son las manos de la auxiliar y Batman y, acaso, el cerdo, ¡son el jodido dentista!
—¿Estás bien? Parece que te ha dado un pequeño vahído.
—¡¡¡¡¡hhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!
— Son veinticincomil.

David Murders, inédito.

Esto sí que es un viaje lisérgico & psicotrónico, queridos drugos, de la enfebrecida mano de nuestro muy satánico David Murders... La próxima vez que vayáis al dentista, recordar su experiencia y tomaros previamente una biodramina... Que lo disfrutéis !!! v.

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