lunes, 28 de abril de 2008

CHARLES BUKOWSKI, por David Pérez Vega.



Qué tiempos tan frustrantes fueron aquellos años: tener el deseo y la
necesidad de vivir pero no la habilidad.
C. B.

No en la biblioteca, fue en un bar.
El Vudu-Mama –otro local ya sólo persistente
en el itinerario de nuestros recuerdos,
en el vagar de las palabras por la ciudad invisible-
allí escuché por primera vez a The Doors,
The Who o The Clash… Es decir, su dueño
(con un anillo en forma de ojo) moldeó
gran parte de la banda sonora de mi vida…
y los cuidados cartelitos tras la barra:

Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones
Charles Bukowski
La máquina de follar
Charles Bukowski

Un cantante pensé, hasta que leí la noticia
sobre la publicación de su biografía. Mataba
el tiempo en la biblioteca de la calle Quintana
antes de ir a la academia de Físicas. Allí, en 1994,
una semana antes de su muerte, nos encontramos.

Yo era un lector entonces de ciencia-ficción
o terror. Me evadía, pero eso ya no era suficiente,
estaba perdido, bloqueado, necesitaba respuestas,
claves para entender a los otros o a mí mismo,
y apareció aquel tipo de la generación de mis abuelos
y del otro lado del mundo. Llegué a conocer su vida
mejor que la de mis padres. No podía creer
que su colegio de Los Angeles en la década de los 30
fuese igual que el mío en el Móstoles de los 80.
Y si la literatura posee alguna magia ha de ser ésta.

Un consejo para principiantes:
si quieres escribir como Bukowski antes de beber
como Bukowski intenta leer como Bukowski.
Estuve meses en la biblioteca de Móstoles
buscando los mismos libros que él sacaba
de la biblioteca de La Ciénaga en Los Angeles,
cincuenta años antes, porque a mí tampoco
me gustaba estar donde me había tocado
y no tenía muchas cosas a las que aferrarme
y el sarcasmo feroz y tierno de Bukowski
representó para mí, en cierto modo, la estaca
que pude clavarle al corazón
podrido de la realidad de entonces.

Y después leería a muchos más escritores,
repletos de recursos, pero hay ciertas filiaciones
que perduran más en relación con la necesidad
que con el intelecto.
Con él aprendí
dos cosas que aún me acompañan:

a ) que si no la traicionaba siempre tendría
a la literatura a mi lado para salir adelante.

b) que cuando estalla un mundo, aunque sea
el tuyo, si aguantas con el coraje suficiente,
estarás allí para ver resurgir otro de sus cenizas.

David Pérez Vega, poema inédito.

1 comentario:

xen dijo...

cojonudas conclusiones