jueves, 15 de mayo de 2008

ELOGIO DEL PROXENETA, por Luis Miguel Rabanal.


17 de Marzo.
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Del exterior no guardamos más indicación que la eventualidad de haber llegado alguna vez de allí, acaso en modernísimo helicóptero de combate, tal es nuestra desazón al contemplar la tapia que nos excluye, perpetuamente ya, del mundo que no es ningún pañuelo. Se comprueba que la oronda padece una jaqueca tremebunda y ordena a sus siervos desvestirnos con celeridad como es la norma. En observancia, nuestras manos temblequeantes sudarán para conseguir lo que ella aguarda. La zozobra del deseo nos espolea a resistir en lo que no permanece, nos rellena de placer las vísceras y el tedio, loado y loado y loado sea Dios..., nos corrige entre sollozos, reflujos vaginales anegando sus botines sin betún y entre condenas que ninguno de nosotros entendemos, subida a la tarima del comedor desde donde dirige nuestros desorbitados chorros seminales sin querer. Al gobierno de la comuna, por lo que uno alcanza, le faltan no sólo los tornillos sino también las revistas triple x, la electricidad, los crecedores de cabello, el aceite para úlceras por presión, las patatas Matutano, el subsidio, las minifaldas de ingle... todos los inventos.

Luis Miguel Rabanal, extraído de Elogio del proxeneta.

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