lunes, 30 de junio de 2008

MÁQUINA DE COSER by María L. Castejón.


El calor era asfixiante, el polvo quemaba como si fueran brasas. Abrí las ventanas y bajé un poco las persianas. La luz, entre marrón y naranja, coloreaba cada rincón de tu apartamento. Como cada tarde, me senté en mi butacón tapizado en ocres. Llegaste como si nada te hiciera indicar que, desde el otro lado de la calle, te estaba observando. Y lo hacía y aún continúo haciéndolo, cada tarde, cada noche, siempre que te notaba cerca, despierta.

Aquella tarde tenía un vaso con dos hielos y un bourbon seco en una mano, en la otra, mi obsesión por ti.

Te sentaste en la máquina a coser. El ronroneo de la Singer te acompañaba mientras cantabas, te probabas las prendas a medio terminar, cortabas las piezas de tela con aquellas tijeras tan grandes, retocabas y pintabas con aquel jabón, pero sobre todo cuando alzabas la vista, por la ventana, hacia donde estaba sin verme.

La madrugada y yo te observabamos a medida que tus manos, vencidas por el cansancio, se movían torpemente guiando la tela por el carril de la máquina. Cuando te viste luchando entre la vigilia y el sueño, pusiste fin a tu tiempo de costura y te marchaste a la cama. Y allí me quedé yo, febril y necesitado, obligado a terminar mi obsesión en danza frenética. Más tarde, como Pilatos, lavé mi pecado y me acosté sabiendo que al día siguiente estarías a la misma hora en tu lugar y yo en el mío.

María L. Castejón, relato inédito.

stiletto.crisopeya.eu

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