viernes, 28 de mayo de 2010

DELINCUENTE JUVENIL


Brendan Behan, en España, no parece gozar del prestigio que tuvo y tiene en otros países. Es uno de los célebres escritores alcohólicos. Irlandés, patriota y pendenciero, murió en Dublín a los 40 años. Enrique Vila-Matas es uno de los pocos autores que le han prestado atención en este país: recuerdo, entre otras cosas, el artículo en el que elogiaba el volumen titulado Mi Nueva York.

Delincuente juvenil (en inglés: Borstal Boy) es el libro más conocido de Behan. Pero, pese a que fue escrito a finales de los 50, no se tradujo hasta hace un par de años en España. De ello se encargó Ediciones del Viento. Comienza en el momento en que Brendan es arrestado (a los 16 años) por pertenencia al IRA. Esta novela autobiográfica describe con todo lujo de detalles su paso por calabozos, prisiones preventivas y correccionales. Durante 3 años. Durante su desarrollo (570 páginas), el escritor sólo narra y describe acciones y rememora diálogos. No hay apenas pasajes de reflexión, o de actos de contrición, o de duda. Se trata de un patriota que no se arrepiente de lo que ha hecho y que está dispuesto a pagar, pero se da cuenta de que todos los que están allí no son más que críos que apostaron por la violencia. Como lo capturan en Liverpool, su pertenencia al IRA sólo despierta la furia y el odio de los carceleros y celadores ingleses. Hasta que, por fin, entra en el correccional de menores, la vida del preso y de sus colegas sólo se lleva palos: castigos, humillaciones, dietas exiguas, palizas. Luego, en el borstal, las cosas se estabilizan. Más allá de ese retrato de los correccionales, Borstal Boy también supone una precisa estampa del carácter irlandés. Behan apuesta más por el humor que por la crudeza, y tal vez por eso, aunque es un buen libro, me ha gustado menos que otras memorias carcelarias. Un pasaje:

La gran puerta principal de la prisión tenía un ornamento; una serpiente encadenada. Sabía lo que representaba: el crimen aprisionado por la ley. Había una escultura parecida en la prisión de Kilmainham. A menudo había pasado por allí con mi padre cuando me llevaba de paseo los domingos por la mañana, y fue allí donde él me vio por vez primera, desde la ventana de su celda, durante la Guerra Civil. Yo nací después de que le hicieran prisionero, y cuando tenía seis semanas mi madre me llevó hasta la cárcel y me alzó bien alto, desde la carretera, para que mi padre me viera desde su ventana.

[Traducción de Sonia Fernández Ordás]

José Ángel Barrueco, de Escrito en el Viento.

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