viernes, 31 de enero de 2014

John Fante, el Revelador. KIKO AMAT



Extraído de la web de Kiko Amat

Novela Edicions 1984 publica en catalán dos títulos del gran autor americano John Fante, Plens de vida y La germandat del raïm. Anagrama cierra el catálogo Fante con El vino de la juventud, la colección completa de cuentos. Declaramos de forma unilateral el Año Fante.

John Fante, tal vez lo sepan ya, fue un semi-maldito escritor americano de bullente sangre italiana. Vivió de 1909 a 1983, y publicó solo seis novelas, un par de novellas y un libro de cuentos. Charles Bukowski, su fan #1 y confeso discípulo, le salvó del completo ostracismo prologando la reedición de Pregúntale al polvo, y gracias a él leemos a Fante hoy. Es una buena época para entrar en su obra: 1984 saca dos de sus novelas -Plens de vida, de 1952, y La germandat del raïm, de 1977- y Anagrama completa el catálogo Fante con El vino de la juventud, la exhaustiva colección de cuentos. Desde que apareció la primera traducción al catalán el año 2012 he estado celebrando una especie de eucaristía portátil (una misa de guerra, si quieren), llevando la palabra de John allá donde fuese necesaria. Estilo Pablo de Tarso, pero sin la demencia mesiánica. En esas “clases magistrales” –puro autoritarismo docente bruñido en infalibilidad- he intentado resumir en ocho concisos puntos el porqué de mi pasión por la escritura del autor angelino, así como su relevancia actual:

1) Verdad: Más chulo que un ocho, Fante definía su estilo como “La Verdad”. Y añadía: “No quiero decir realidad autobiográfica. Es otra cosa. No sé cómo llamarla, pero es distinta de la autobiografía y a la vez se le parece mucho”. Las novelas de Fante son como confesiones en primera persona. El autor es su propio chivo expiatorio, aunque ficcionaliza su yo en alter egos (Arturo Bandini, Henry Molise, incluso John Fante), evitando de este modo el embellecimiento y la solemnidad que suelen acompañar a las memorias. El núcleo siempre encierra una verdad emocional (envuelta en ficciones) y una disección de las propias tripas, y sus protagonistas son monstruosas (y a la vez fieles) caricaturas del autor.

2) Sencillez: El “Dios personal” de Charles Bukowski era la sencillez, algo que aprendió de John Fante. El estilo del maestro es engañosamente sencillo; dice más con mucho menos. El autor recorta y comprime su lenguaje hasta que éste alcanza una pureza sobrecogedora y electrizante. Su prosa es limpia, utilitaria y formal. Es urgente, rítmica y siempre explica una historia. Tras leer a Fante un novelista debe avergonzarse de los propios excesos. Comparados con él todos escribimos latazos decimonónicos.

3) Emoción desatada: Lo dijo su discípulo más célebre, Bukowski: “He aquí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos”. Fante sabía que no podías morir de emoción, y la utilizaba sin recato. Aunque, eso sí, bien armado de contención y disciplina, jamás rozando la afectación o lo cursi.

4) Humanidad/Compasión: “Para ser espiritual, primero has de ser mundano”, decía Nelson Algren. Fante escribe lleno de comprensión hacia el mal que hacemos, nuestras pequeñas y grandes faltas, nuestras miserias y tropiezos y vanidades y delirios. Arturo Bandini está lleno de psicopatía histriónica, asco, inseguridad y culpa. Fante habla del mundo hablando de él, entiende al mundo porque se entiende a sí mismo; y se perdona, porque sabe que somos una maldita calamidad con patas.
5) Dureza: Los puntos 3) y 4) jamás llegarían a buen puerto sin mala leche. Algren, de nuevo, afirmaba que la alienación respecto a la sociedad y una cierta crueldad eran “tan esenciales en literatura como en un atraco a mano armada”. No basta con ser empático o sensible; un escritor tiene que estar cabreado. Y escribir duro, no como una florecilla campestre.

6) Humor: Fante es muy, pero que muy, divertido. Su Bandini es Basil Fawlty en versión macarroni, un tronchante y triste chiflado. La pasivo-agresividad del padre en las dos novelas traducidas al catalán son otro común motivo de chanza lectora. Chanza melancólica, pero aún así.

7) Familiaridad y familia: Uno de los mandamientos de nuestro oficio es “escribe sobre lo que conoces”. Fante solo escribía sobre Los Ángeles, italoamericanos, canteros como su padre y escritores desnutridos como él mismo. Nadie ha hablado mejor de padres, hijos y sangre. En El vino de la juventud: “Mi padre seguirá llenándome el vaso de vino y beberemos juntos, y siempre sentiremos ese parentesco que es un abismo que nadie de los dos puede salvar”.

8) Fante: Me chifla él. Que escribiese en calzoncillos. Que peleara en bares. Que fuese un taja susceptible y orgulloso. Me gustan su individualismo de clase obrera, su formación autodidacta y su perpetua desconfianza hacia la universidad. De acuerdo, fue un pésimo padre durante años, y dos de sus hijos terminaron padeciendo horripilantes transtornos alcohólicos y severas depresiones. Pero si su más notorio vástago (Dan Fante) le ha perdonado, ¿cómo no vamos a perdonarle sus fans? Kiko Amat

4 fante-fans (en exclusiva para Cultura/S)

“La escritura de John Fante me enseñó a mostrar debilidad en público. Su héroe, Arturo Bandini, es un tipo defectuoso, lleno de ego y obsesionado con sí mismo. Esto era revolucionario en literatura. No había bravuconadas de macho, como en Hemingway o Bukowski, sino solo un pobre infeliz que se creía rey. El trabajo de John Fante es sencillo, potente y humano.”

Billy Childish, poeta, pintor y músico punk rock inglés

“Fante me cambió la vida, no sólo literariamente. Arturo Bandini me enseñó a no tomarme nada en serio, porque nada es tan importante, empezando por nuestro ego de escritores. Descubrirlo me hizo libre (…) Fante se empeñó en escribir literatura del yo en una época en la que todavía no tenía buena fama. Fue un pionero.”

Laura Fernández, autora de La chica zombie (Seix Barral)

“Leer a Fante es entender que el humor es la única forma de inteligencia libre de presunción, que la ternura no siempre es cursi, que lo genuino habita la sencillez y que el cinismo es tóxico. Que todo se reduce a saber caer; a pequeñas redenciones, gestos nobles y brindis sinceros.”

Miqui Otero, autor de La cápsula del tiempo (Blackie Books)

“Fante es un prodigio de eficacia narrativa, va directo al tuétano de la trama y la emoción, y por eso es tan atractivo y peligroso para el escritor novel, que confunde estilo sencillo con “es sencillo escribir así”. El batacazo suele ser inevitable, porque lo cierto es que inventar a Bandini es tan difícil como crear a La Colometa”.

Martí Sales, poeta, músico (Els Surfin’ Sirles) y traductor al catalán de Fante.

(Artículo publicado previamente en el suplemento Cultura/S de La Vanguardia del 22 de enero del 2014)

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