viernes, 30 de septiembre de 2016

HIJAS DE SATANÁS

UN POEMA de JULIA GUTIÉRREZ



Por no descodificar dobleces,
por no corregir el estilo,
por no querer leer entre líneas,
por no haber sabido cerrar
con la pabrabra perfecta,
por no detener el impulso
que hace que escriba
sin cláusulas,
hoy me salgo de un poema
que me impide el vuelo,
que se quedó mudo
y hago de él tabula rasa,
carta de libertad
que abra la jaula,
para que sea
lo que siempre fue.

Julia Gutiérrez


jueves, 29 de septiembre de 2016

LOS RESTOS DEL CAMINO por DAVID GONZÁLEZ



a veces ocurre:

me quedo parado
en la mitad del pasillo,
mirando fijamente
las baldosas del suelo,

sin reconocerlas,

ni reconocer en ellas,

los
pasos
perdidos.


David González, de La Carretera Roja (C.E.L.Y.A. 2002).

http://ellenguajedelospunos.blogspot.com.es/

miércoles, 28 de septiembre de 2016

TE AMO, DESTRÚYEME: Ana Grandal.




AFRODITA

Solo la ama un minuto al día. El resto del tiempo la desprecia.

Desprecia su boca caída, su pelo sin gracia, sus ojos siempre apagados, su piel mustia y desvaída, su figura encogida. Cada día, él espera hasta que el sol se pone; ese último rayo moribundo la ilumina con la luz justa, la luz perfecta, la luz que cincela sus rasgos y realza sus colores y la convierte en una diosa.


MAGIA NEGRA

Ella, bruja enamorada, le conjuró un hechizo: que ella fuera la única mujer en que se posara su mirada.

Él, hechizero enamorado, le lanzó un encantamiento: que los ojos de todo hombre solo vieran en ella una repulsiva fealdad.

Fueron infelices toda su vida.


ME QUIERE, NO ME QUIERE

—¡Mira, una margarita!

Ella se agacha y corta el tallo con delicadeza. Le tiende la flor con una sonrisa pícara.

—Yo ya sé la respuesta. ¿Quieres comprobarla?

Él comienza a arrancar los pétalos uno a uno. «La eviscero, le meto un hierro candente por el coño, le corto los brazos con un serrucho, le doy de hostias con la cabeza contra el suelo…»


EL MAL

Él era una eminencia. Especialista en estrés postraumático, por su consulta desfilaban historias de tortura, secuestro, violación… y todas las trataba con éxito.

Ella había pasado por un infierno; era uno de los casos más dramáticos a los que se había enfrentado. Tras un proceso largo y complejo, ella se recuperó; al cabo de unos meses, se casaron.

Un año después, ella se quitó la vida. Ya no podía recurrir a nadie para que la sacara de su nuevo infierno.


Ana Grandal, de Te amo, destrúyeme (Amargord Ediciones, 2015).

https://teamodestruyeme.wordpress.com/

martes, 27 de septiembre de 2016

HOGAR por GSÚS BONILLA




El destino es ahora un pie de página
y tiene apariencia de herradura,
aunque nos hallamos descalzos
pensábamos en una caja de zapatos,
o en un calcetín doblado; así pues
esto será tu casa: el cuenco de nuestras manos
formando un nido, fragmentos de la cáscara
de un huevo y una lombriz.

Gsús Bonilla, de Anna (Planeta Clandestino, 2016).

https://www.facebook.com/groups/edicionesdel4deagosto/

lunes, 26 de septiembre de 2016

GAS: Intro.



Nadie mejor que uno mismo, opino, para hacer, con la perspectiva que da el paso del tiempo, una selección personal de sus propios poemas.

Esta en concreto, Gas, abarca un período de diecisiete años de escritura, de 1999 a 2016, e incluye poemas de cinco libros ya publicados, Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos y Días de ruta, así como material inédito de otros dos que aún no han visto la luz, Lobos de mar y Libro de haikus.

Es la primera vez, aunque en varias ocasiones me lo habían ya propuesto, que decido dar a la imprenta una antología de mi obra poética, y supongo que no vuelva a hacerlo en bastante tiempo: no soy de ese tipo de autores a los que les gusta rizar cada dos por tres el mismo rizo. Pero sí considero que este es el momento adecuado, diecisiete años después de publicado mi primer poemario y con un buen puñado de títulos a mis espaldas.

El criterio de la selección ha sido exclusivamente mi propio instinto y la perspectiva que me han dado las muchas lecturas públicas que a lo largo de todos estos años he ido realizando aquí y allá, que me han servido de orientación para decidirme a elegir unos u otros poemas. Simplemente he escogido los que a mi juicio merecían la pena estar, dejando muchos otros, me haya equivocado o no, en el tintero.

Y algo que me parece esencial también para un libro de estas características: he incluido obra actual e inédita, para que la presente antología no sea sólo una mera recopilación de poemas ya publicados.

Salud & Poesía.


Vicente Muñoz Álvarez,
de Gas: Antología poética personal 1999-2016
(Lupercalia Ediciones, 2016).

Ya a la venta en Lupercalia Ediciones:


sábado, 24 de septiembre de 2016

EL FRANCOTIRADOR por JOAQUÍN PIQUERAS



a Raúl Núñez

El hombre que escribe y se suicida
con preguntas sin respuesta siente
el sonido salvaje de los lápices
arañar la piel del mundo,
desde el fondo de su vaso de whisky
aúlla a un Dios hermano de copas,
porque la soledad espanta tanto
como las trampas del amor,
y se necesitan muchos huevos
para acertar a las estrellas
y no derramar sueños sobre copas vacías,
y, total,
para obtener como premio el silencio
de un ratón yonqui que quedará
para siempre crucificado
en la solapa de tu corazón.

Joaquín Piqueras

viernes, 23 de septiembre de 2016

MIGUEL ÁNGEL BERROCAL: Cinco poemas.




Este cielo de huecos como estrellas de carne,
este que acabo de cortar en mi cuerpo,
este donde ves entrar mi aliento
por la rendija de las cinco puntas.

Este,
que ni una estrella habita salvo sus contornos
en la espera de una sola que haga hogar de cada corte
y bendiga mis cuchillas
[las raíces del sueño donde Júpiter alimenta su mancha Roja y las esconde de Marte]
cuando Antares abra testamento junto a la balanza.

*

Rompí el martillo contra el yunque
donde reposaba el rojo de una vida
esperando ser forjado.

Me abrí la cabeza contra él hasta terminar mi trabajo.
Caldas de sangre para un rojo perfecto.

*

Hacer aguja de tu mordido labio
y jeringa de tu entrepierna
esperando noches eternas

la sobredosis.

*

Caigo tan duro como me levanto,
únicamente aparto la tierra de mi cara
y empiezo a pisarla de nuevo
dando nuevas huellas bajo pies,
párpados y esternón.
No puedo dejar de andar
viendo, sabiendo porque ando,
donde descansar cada ampolla.

*

La espina bajo la hoja,
su beso,
el peaje de esta belleza.


Miguel Ángel Berrocal

jueves, 22 de septiembre de 2016

SE POSA EL ÓXIDO EN EL VENTANAL por CELESTE PÉREZ FERNÁNDEZ




Se posa el óxido en el ventanal. Mi médula es un dependencia tapiada. El córvido excarza hasta reconocer su nutrición. Lo alimento con lo que es suyo: la fermentación de la colmena, la herrumbre, los clavos mal reducidos; y entre las migajas de mi carne, el insípido espejo vuelve a anidar.

*

Despellejar la piel del polluelo no es frivolidad. Mis dedos son el pensamiento en la casquería. El pubis de mi madre es una burbuja viscosa desde mi génesis. Mis huesos son canos asépticos. No conozco la terapia del oxígeno. Respirar por las vísceras es la costumbre del germen, la morada del huérfano. El paroxismo es un experimento en ebullición.

*

La agitación es más acuciante en la lluvia. Las especies aborígenes son las únicas ciertas. Hablo de etnias de vuelos y escamas o de hordas bípedas cautivadas por la oratoria del agua. Su movimiento es intenso, sin secuencia definida. Llover y callar son trastornos coreicos no predictibles. La huida es una interrupción discreta del habla . A través del cristal, las manos, tartamuda piel.

*

Nadie ve en el pájaro la misma mañana.


Celeste Pérez Fernández


martes, 20 de septiembre de 2016

EXTRAÑO por PABLO ANTONIO GARCÍA MALMIERCA



Somos la carne
que en la picadora acaba hecha cenizas.
En el limbo aparente de los objetos triturados,
en la apariencia molesta de los meses consumidos,
comeremos los restos de tu piel.

En la frontera de un enjambre sin nombre
partimos ausentes de la codicia,
sin más equipaje
que nuestro rostro reflejado en un espejo.

El fungicida salvaje de tu saliva
me tocó sin querer mirarte,
mascullé tus sílabas en mi epiglotis,
aventé los campos de mil guerras.

Y, allí,
encontré al suicida desdentado,
al ahorcado sin ropa,
a tu alma vomitando mi nombre.


Pablo Antonio García Malmierca



lunes, 19 de septiembre de 2016

GAS: Prólogo por Gsús Bonilla.



GAS NATURAL

Los triunfos, los fracasos, los desengaños… todo gaseoso, efímero, pasajero…todo por la causa: vivir. 


Condensar una obra poética que abarca 17 años de escritura (1999-2016) en poco más de 250 páginas se me antoja una labor dificultosa, a la que hay que aplicar el tacto firme del dinamitero, preciso, y sin más contemplaciones que ir a lo esencial e importante: la explosión. Vicente Muñoz Álvarez recoge en esta selección personal la fluidez con la que se ha desenvuelto, a lo largo de todo este tiempo, dentro el ejercicio poético, para ofrecernos un compendio de poemas cuidadosamente elegido, donde el lector podrá reconocer en él a uno de los poetas contemporáneos más importantes de este país en la actualidad; no obstante, es imposible entender los extramuros de la literatura de ahora sin lo que a la misma ha aportado el leonés; donde ha ido ideando, para llevar a nuestra realidad, en distintas épocas, fanzines, antologías, recitales y festivales en torno a la poesía, al margen del cambiante poder literario y establecido en cada momento y al que, sin duda, habría de añadirse la particularidad de su poesía, expuesta en libros como: Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos, Días de ruta, y los inéditos, también aquí incluidos: Lobos de mar y Libro de haikus. Todo ello es lo que conforma el estallido de este GAS, en el que intuyo a un magnífico poeta reivindicando una lectura serena y transparente, y es en esa claridad donde no cabe otra luminiscencia que la nitidez, la misma que muchos de nosotros reclamamos a una poesía que quisimos siempre libre; una poesía, por suerte, cada vez menos anegada en la profundidad de los pozos negros.

Gsús Bonilla



domingo, 18 de septiembre de 2016

FRACASAR COMO NADIE por JULIA ROIG




Arqueólogo desapasionado que se hurga en la herida el espanto
cual niño de la guerra, raquítica fortuna
como árbol deshabitado de tullida esperanza
trazando oblicuas señales a hembras a la deriva
que liban y liban tu sal y tu venganza

Cronista de la nada perpetua
cuando segada la rabia y la luz,
yermo hijo enojado del desencanto
te hallas perdido en cualquier calle
maullando como gato en celo
marcando uno a uno todos los portales de tu barrio
ausente y prendido a la ficción
te digo
que fracasas como nadie

Sombra chinesca en el cuerpo amordazado
que trepa la mañana, la montaña y el asco

Artista en el insano ejercicio de sazonar de ilusiones
los vacíos que pergeñamos a tientas
a oscuras
a solas
conscientes
y algo endemoniados

que sepas que la pena,
es un algo compacto
iceberg incrustado
en el puerto, en el pecho
en tu pecho
en mi pecho
que desobedece
que se deshace
que languidece
que se hunde cual sol en la línea del horizonte
y te provoca un dolor inexacto

Rinde tu figura manoseada de humo
(fracasa como nadie, te digo)
deja la casa vacía
abandónate a la carcoma
al triste rechinar de dientes
y responde

Cuando tus gemidos no habiten mi mundo
dónde ampararme
dónde el refugio

Cuando cierres el tugurio de los sexos que se enfrentan
cómo ahuyentar el espasmo del solitario
que ruge frente al espejo y le brotan piedras de las manos

Déjame lavarme la culpa en tus ojos, te imploro
cuando tu boca llora y el mundo es un canto rodado

La hora perdida, rabiosa y de espinas llena
que desquicia al más santo
con el suelo frío, la pared mojada,
y tu sombra ahorcada en mitad de la sala
eso es lo único que traigo

Déjame curarme de ti
cuando se me amarran por dentro los amaneceres
deja que me arregle la ropa
la sonrisa y el orgasmo

En el diván que te ofrecen las horas bajas
cuando te dilatas el alma con el paso de las malas rachas
como si a luz pretendieras dar los errores
déjame lamer lo deslavazado

en la legítima tensión de los cuerpos cuando se templan
cuando se arquean
buscando la insensata melodía de los muelles
te hago trama y senda y sabor amargo
déjame sentirme tan pordiosera y tan gloriosa en tus brazos
en la liturgia del amante desterrado en otras pieles
déjame gritarte lo que traigo entre manos

Que me seducen las escaleras que bajan a tu desamparo
de luces apedreadas y versos manipulados
y apretados en la ceguera del adicto
en el sopor de la última copa
la que te lleva a la cama
la que te vuelve un fracasado
justo ahí quiero encontrarte
llámame puta
llámame demonia
justo en la chance del vómito
con los bolsillos repletos de troquelada realidad
cuando infames y exhaustos buscamos el puente que no se ha construido
justo ahí
cuando no eres nadie
cuando la anatomía del desastre te invade
desharé el nudo de la soga con los labios
tan drogada de ti que no me conozco
tan alejada de la ropa
exhalación, ladrona, enferma,
sedienta y ramera
abierta como un seven-eleven
llanta perra henchida de pánico
en la claustrofobia de tu sexo
en las ramas que alimentan incendios
rómpeme porque lo ruego


Julia Roig, del blog miss Desastres Naturales.

sábado, 17 de septiembre de 2016

MIENTRAS LAS PALABRAS SE DEFIENDEN por NAT




Me gustaría escribir una novela. Narrar una historia inventada. Pero mi adicción a la economía no me lo permite. Me aburren los adornos: las farolas de hierro forjado que iluminan tenue la tarde de un otoño rebelde, o el panadero que se demora en la masa, haciéndole ojos a la mujer de Antonio, o la niña inocente del quinto, que empuja por las escaleras a la viuda del tercero, y la policía haciendo preguntas, y nadie vio nada, y la niña dirigiéndose a la panadería, donde el panadero está amasando la piel de su madre.

*

A esta edad uno tropieza consigo mismo levantándole la falda a Laurita en la escuela. Amaneció más tarde que de costumbre, y no me he tomado el parche para la presión. Son las cuarenta mil y diez, no me importa lo que pasará dentro de un minuto. Tengo tantas fracturas sin curar, que disfruto de esos dolores, porque lo de sufrir lo tengo en cuarentena. Jodido pero erguido; doblado pero astuto, la última vez que lo intenté con Julia, no pude responder. Ella tuvo la culpa, no era lo suficientemente “Laurita”. Hace siglos que te busco. Desde aquellas horas vírgenes del barrio, hasta el olor del pan recién amasado de Don Samuel. Aún me gusta escaparme contigo de la escuela, a la hora del bocadillo. Quitarte el cabello de la cara cuando, agachada frente a mí, nos reíamos ahogados por el siguiente pecado. Tengo conmigo esa frescura en los pliegues de la piel, en cada vieja vena que se escapa del interior de mis huesos. Siempre te busqué, década tras década, y ahora, que el pan es congelado, que los sentimientos son precocinados, que las pieles se cuecen en quince minutos; a esta maldita edad, dejo fermentar tu ausencia en mi costado para no desfallecer.

*

Apretó el tallo con fuerza, la rosa se dobló. De su mano brotaron hilos de sangre, que escurrieron por su brazo, hasta caer en el piso. No dejaba de apretar la flor, pese al dolor que le producía; ella deseaba sangrar, no vaciarse... no, solo ser sangre.

*

Mientras las palabras se defienden,
yo intento decirte
que el amor duele.


Nat


viernes, 16 de septiembre de 2016

DIARIOS DE SEATTLE por LAURA FJÄDER





I

Que te encantan los rizos negros, espesos. Te encanta apartarlos para descubrir la raja ("Perdona, tía, igual no te mola que hable así...") suave y carnosa, surgiendo de entre todo eso. Lo repetiste otra vez, mientras caminábamos apresurados por el paseo, yo intentando evitar la lluvia, tú sacudiendo el agua del pelo de vez en cuando.

Mirabas de reojo a esa amiga tuya que había venido a pasar el finde ("Joder, tía, no des tantas voces que no estás en Madrid, que esto es Gijón y no hay tanto ruido") y después te reías en dos monosílabos ("Dame un cigarro, anda, guapa, luego compro yo que por aquí no hay ningún estanco")

Ella seguía con lo suyo, que si los tíos esto y lo otro. Te interrumpía constantemente con voz ronca, los ojos grandes de boxeadora tierna y rimmel corrido. La Courtney Love de la meseta que amaba el mar.
Me pidió un par de tiritas al llegar al bar porque las sandalias le hacían rozaduras. Tú no te enteraste porque nada más entrar fuiste derecho al baño. ("Oye, M., mira, que me voy a comer algo... entre que esto empieza y no, me da tiempo de sobra")

Eve se fue contigo pero yo necesitaba reubicarme. Así que me quedé en la terraza tomando un vino hasta que el bar se llenó de gente demasiado impaciente y tuve que llamarte ("Tío, que esto, ya.")

Apareciste con más libros bajo el brazo y te sentaste en la butaca de mimbre que estaba a mi lado ("Qué vas a leer, M.?" "Pues creí que lo tenía claro, pero ahora mismo, ni puta idea") Otra vez el gesto, la manera de chaval guapete ochentero, apartando el pelo, sujetando un cigarro apagado en la otra mano ("La costumbre, tía...")

Sí, la costumbre de darlo todo por hecho nos pierde.

Eve estaba atrás, con el público, en una mesa. Cuando todo terminó ella también salió en las fotos, con su vestido de tulipán invertido, sincera, sonriendo. A nosotros dos nos hizo un par de ellas con su teléfono móvil ("Joder, no hay una en la que estemos bien, vaya cara gilipollas tengo en esa... ven, M., vamos a probar otra vez") Todas movidas. En una tienes cara de espanto porque intentaste mantener los ojos abiertos. Esa me la guardo. Tiene su encanto.

("Quedamos entonces para unas cañas, no? Al mediodía, M." " Vale, hecho... Eve, un abrazo, cuídate, y toma, llévate unas tiritas por si acaso.") 


II

Seguro que tienes razón. En lo de la gente rota. Creo que algunas personas son desoladoramente bellas en cada una de sus grietas. Hablamos de ello aquel jueves.

Casi habíamos acabado de comer en la terraza al sol y mirando el plato medio vacío se me vino a la cabeza el kintsukuroi japonés, los pedazos unidos por resinas preciosas que hacen del desastre una obra de arte.
Casi eran las cuatro cuando dejamos la mesa desahuciada en aquel bar para recoger a Eve. Otra vez.

Yo llevaba en las manos los dos libros que habías sacado de tu bolsa de prestidigitador ("Sabía que te iban a molar, M.") Sí. Me relamía de gusto, salivando de ganas. De ganas también de tragarme cada verso de la Loba. Al día siguiente encontré un cabello fino, disidente, olvidado entre las páginas.

La Teoría de las Cuerdas sirve para explicar casi todo, dicen. Y por eso, nuestra Eve entra necesariamente en la ecuación: porque pocos meses después del primer encuentro, los tres recorríamos la misma calle de entonces, parando en el mismo estanco: Ella hablando a voces, tú, con mirada funesta.

La noche acabó en desastre. No podía haber sido de otra manera.

Alicia Con Zapatos Rojos no había encontrado el camino de baldosas amarillas y lo único que sentía era el centro del tornado aspirándola fuera de un plano que no le pertenecía.

Al día siguiente volví a verla. La invité a unos tragos. Algo en ella siempre me ha inspirado ternura. Gente rota. Claro. ("Ponte ahí, reina, que te voy a sacar una foto donde la gramola") Me habló de gatos y migrañas mientras yo escuchaba call me the breeze. Se fue al rato. Prometió volver en abril.


Laura Fjäder




jueves, 15 de septiembre de 2016

TARAMBANA BLUES por DOMINGO LÓPEZ



La tarde del siete de febrero de mil novecientos noventa y cuatro me metí en un tren nocturno, un expreso destartalado y penumbroso, con destino a Madrid. Toda la noche de viaje, como los ferrocarriles del siglo pasado, sentado la mayor parte del tiempo sobre la taza de un wc hediondo, fumando un canuto tras otro. Todo lo que llevaba conmigo era la ropa, o sea, la chupa, unas posturas de chocolate y algunas pirulas que pensaba vender en la entrada del Palacio de los Deportes para así conseguir, por lo pronto, los tres talegos que costaba el concierto de Nirvana. Yo era, por aquel entonces, un viejo de veintisiete años, sin nada que perder ni nada que ganar. No recuerdo muy bien cómo llegué y cómo pase el día en los madriles. A la hora del concierto iba ya completamente ciego, había vendido todo el costo, reservándome un pellizco y se me había pegado un tía majareta, una pija granujienta con la consabida camisa de a cuadros, con la que, cuando me quitaba el porro de la boca, morreaba a tontas y a locas, sin haber hablado apenas con ella, sin saber siquiera su nombre. Tampoco recuerdo gran cosa del concierto. El Kurt Cobain iba puesto, era evidente, como casi todo el público, gente metiéndose mierda, pasada de rosca, cientos de niñatos bien, disfrazados de vagabundos, con vaqueros rotos y greñas sucias. La grungre al final se hartó de mí y se fue con otro, un tipo borracho que quiso comprar mi chocolate y cuando le dije que se fuera a tomar por el culo me sacó torpemente una navaja. La sacó allí mismo, medio tambaleándose, con la peña dando saltos y empujándonos, así que pudo habérsela clavado a cualquiera. No sé cómo acerté en darle en los huevos, la cosa es que cayó al suelo como un pelele y yo ya me aburrí de todo aquello y me najé. Aun sonaba los acordes de Heart shaped box cuando salí de allí, dando tumbos. Descubrí entonces, al pisar un trozo de cristal, que había perdido un zapato, quizás cuando le di al panoli la patada. Tiré cojeando para Atocha. Sentí hambre, no había comido nada en todo el día, no me había acordado de papear. En el bolsillo tenía casi dos mil pelas y varias chinas. Suficiente para el billete de vuelta al sur, un bocata de medio metro y toda la cerveza que pudiera tragar. Creo que ya lo he dicho, yo era un viejo de veintisiete años, al que en realidad le importaba un carajo Nirvana y cuya única preocupación en la vida, en aquel momento, era que se le había acabado el papel de liar.


Domingo López, del libro inédito Todas las cosas que no hiciste antes de decir chau.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

DÓCIL DULCE CIMARRÓN por JOSÉ PAJARES IGLESIAS


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Fluorescentes de un blanco desasosegante apareciendo rítmicos en ese techo que se mueve nervioso como una interestatal en hora punta. Ahora brillan. Ahora no. Y así en ese largo e inacabable pasillo en que los mismos que empujan la camilla rumorean estupideces sobre campos de golf, hombres del espacio, exclusivos clubs de caballeros, coches descapotables… las gotas de sudor hervían y ahora son gélidas y el brazo izquierdo entumecido cosquillea y hormiguea y duele el pecho y la respiración no resuelve el tema de vivir y se han dormido varios dedos y aquellos latidos certeros y salvajes van desapareciendo o perezosos se van abandonando a la peligrosa rutina de ya latir menos, ya no latir prácticamente nada….

…varón. 59 años. Posible ataque al corazón… nombre William… William Clark Gable.

En los segundos previos a desvanecerse, Gable vuela presuroso con la imaginación al set de rodaje. Al último. A la seca y polvorienta Nevada. Al desierto. Con sus camaradas de la última gran juerga. Monty Clift. Norma Jean. John Huston. Están todos apoyados en la empalizada. Mirando a los caballos. A la hora del crepúsculo. Tras otro día duro. Los operarios recogen. Y las botellas de whisky florecen. Alguien ofrece cigarrillos. Clark Gable muestra un aire desgastado. Un caballero sureño ajado. Envejecido prematuramente por los excesos aunque de porte señorial. Siempre parece a punto de salir de caza, con uno de sus ojos entrecerrado por el humo del pitillo, el bigote-rúbrica perfecto bajo su nariz y el vaso medio lleno en su mano. Igual que en Mogambo. Montgomery Clift asume la pose de perdedor mirándose constantemente la puntera de las botas, con su sombrero calado dejando apenas a la vista su mirada turbia, nublada, de hombre atormentado por miles de demonios. Bebe y fuma sin cesar. Y, de tanto en tanto, extrae píldoras de un blíster y las toma compulsivo con un trago de licor. John Huston está. Nada dice. Bebe. Ríe. Bebe algo más. Mira el reloj. Parece que nunca llega la hora de ir al casino a apostar. Marilyn Monroe flota y fluye entre todos ellos. Acostumbrada a ser diana entre dardos, dosifica sonrisas y procura caricias a los caballos cimarrones más dóciles, aquellos que se acercan confiados a su mano. El crepúsculo cae sobre esa tribu crepuscular. Esa que se resiste a la extinción. No reconocen estar interpretando de algún modo sus vidas. Gente abollada que en otro tiempo brilló más que el cielo del desierto que les cobija en una noche de verano. Arruinados los cuerpos por los excesos. Las cabezas por los fantasmas y las almas por el dolor recóndito hurtado a los flashes y a los devotos. Rotos por dentro todos, beben y ríen en ese festival previo a la nada. A las nadas individuales. Gable administra algunos latidos más. Los necesita. Ha de llegar a la autocaravana de la Novia de América aún. Miente con artes de viejo actor al electro y se queda unos minutos más. En el set abandonado ya sólo queda el núcleo duro de próximos futuros mártires. Monty está demasiado intoxicado y se derrumba sobre la hierba. Su sombrero ladeado le da un aire distinguido, y sin embargo, contra todo pronóstico. Siempre, hasta en el peor de los casos, Monty tiene una buena foto. Huston se ha ido tras encender un enorme cigarro y apurar su copa. No abrirán los casinos de Reno sin que él esté presente. Al menos ha ladrado una especie de despedida antes de irse. Gable oye la dulce voz de Marilyn cuando se quedan solos. “¿Eh, papaíto, aguantarás un trago más conmigo?”. El viejo caballero pone esa sonrisa que solo él sabe poner. Esa de enamorar Scarletts en Los Doce Robles. Parece que el fuselaje aún aguanta, a juzgar por los ojos algo lácteos de Norma Jean. Sin saber cómo, guiado por la mano decidida de la chica, el viejo actor llega al plateado remolque de la actriz. No demasiado grande. Decorado con gusto. Sencillo. Perfumado. La habitación de una mujer, sin duda. Ella desaparece brevemente tras un biombo mientras le indica el carrito de las bebidas. El se sienta y se sirve un trago más. Otro día de más beber y fumar que de comer…

… Cuando Norma Jean regresa, lleva puesto tan solo un camisón negro de raso. Mira fijamente al viejo galán y le confiesa algo absolutamente cierto: toda la vida ha llevado en la cartera una foto suya. Gable es su ídolo, su modelo a seguir como actor, pero también la sombra del padre que nunca se hizo esa foto que ella pudiese llevar consigo. Ahora, en esa pequeña alcoba de aluminio en el medio del desierto, Marilyn Monroe está ante Clark Gable, Butler, el Vic de “Mogambo”, el Fletcher de “Motín a bordo…” Todos ellos ante ella con una copa y un cigarrillo. Y esa sonrisa. Ella, nerviosamente tranquila, le ofrece algo de cenar. “Han traído unos espaguetis picantes con gambas y verduras, deliciosos...” Mientras lo dice, uno de los tirantes de su camisón resbala y el pecho de la mujer más deseada del hemisferio queda a la vista del galán. Sin pudor, prosigue con su oferta alimenticia, parada de pie frente a él “… aunque quizá el señor prefiera saltarse el primer plato e ir directamente al postre…”. Mientras lo dice, le mira fijamente y derrama unas lágrimas de sirope de chocolate sobre su pecho. Después, avanza dos pasos y se arrodilla ante Gable. Él, con la misma calma, deposita la colilla en el cenicero y la copa en la pequeña mesa auxiliar, y con su lengua de tahúr del Misisipi hace emerger de nuevo el rosado pezón divino oculto bajo la densa melaza de chocolate tibio. Ella crispa un poco los hombros y sonríe con dulce picardía. Él, con la certeza más que absoluta de que ya no hay caballos cimarrones dispuestos a desbocarse en sus tripas de viejo vaquero, le besa dulcemente el cuello y se incorpora en una nube de Chanel número 5, se cala su sombrero y se vuelve a dejar caer en la camilla, bajo esos fluorescentes de blanco desasosegante que ocultan el cielo estrellado de Nevada. Varón. 59 años. Nombre: William Clark Gable. Ataque al corazón. Hora del fallecimiento: diez de la mañana. Los Ángeles. A dieciséis de noviembre de 1960…


José Pajares Iglesias, de Huesos de Jum. Huesos de Gur (Canalla Ediciones, 2016).


martes, 13 de septiembre de 2016

GAS: Ya en pre-venta.



Condensar una obra poética que abarca 17 años de escritura (1999-2016) en poco más de 300 páginas se me antoja una labor dificultosa, a la que hay que aplicar el tacto firme del dinamitero, preciso, y sin más contemplaciones que ir a lo esencial e importante: la explosión. Vicente Muñoz Álvarez recoge en esta selección personal la fluidez con la que se ha desenvuelto, a lo largo de todo este tiempo, para ofrecernos un compendio de poemas cuidadosamente elegido, donde el lector podrá reconocer en él a uno de los poetas contemporáneos más importante de este país en la actualidad. (Gsús Bonilla)


viernes, 9 de septiembre de 2016

UN POEMA de MARÍA COUCEIRO



El golpe
el asedio
esta casa tomada.
Reconocer los dolores
y clasificarlos alfabéticamente,
casi por órganos,
para poder entender dónde.
Esto no es un libro de autoayuda.
Esto es un pájaro y su jaula.
Un vacío tan recorrido
como una casa.

María Couceiro


jueves, 8 de septiembre de 2016

ANSIEDAD: José Ángel Barrueco.



Ansiedad es la nueva novela de José Ángel Barrueco, con la que cierra su trilogía de la vida que había abierto con Asco y Angustia pero que pueden leerse de manera independiente. Este cierre de la trilogía es un broche de oro y ternura, el lector se dará cuenta muy pronto según avance entre sus frases. Estas páginas, sí, llevan por título Ansiedad, la que generan el nacimiento del hijo o la muerte de la madre, pero su contenido es caricia y es beso: la caricia que sentimos cuando vivimos la muerte de un ser querido, una madre, y con esa caricia dejamos apoyar nuestro rostro en la comprensión de que la vida se acaba, es finita; y es beso, el que nos da la vida, cuando viene a la existencia un ser querido antes incluso de nacer, nuestro hijo.

José Ángel Barrueco nos traslada por el tiempo, del pasado al presente y del presente al pasado constantemente, pues todo presente lleva consigo lo pasado y Barrueco lo sabe y lo expresa como nadie, para contarnos cómo vivió ese lapso de tiempo infinito en que en un hospital esperamos, pasiva y activamente, el nacimiento de nuestro hijo. Nos hace viajar en el tiempo llevándonos por esas dos ciudades que todos conocemos: la ciudad del dolor y la ciudad del placer. La primera, es el comienzo. La segunda, es el final, es decir, el comienzo de una nueva etapa… 

En este viaje recorreremos diferentes geografías sin salir de un hospital, en el que su mujer dará a luz a su hijo, paseando por diversas ciudades y por las emociones que de ellas surgen y marcan su presente y su futuro, ciudades como Berlín, Estrasburgo, Lisboa, Londres, Roma, Barcelona, Túnez, Nápoles, Montecarlo o Madrid y conoceremos la mágica manera de visitar una Nueva York en la cual las ciudades del dolor y del placer se reúnen para vivir, así, sin principio ni final, viviendo como vive un pensamiento o como vive un poema en nuestra memoria. 

Del dolor al placer, así es la novela de José Ángel Barrueco: Ansiedad (Un encuentro). Con la vida. Lean



miércoles, 7 de septiembre de 2016

NO TODAS HIEREN: Jacob Iglesias.




Me da igual mi parte en el paraíso

Me da igual mi parte en el paraíso.
Me conformo con mi parte en la vida,
esta maravilla que ya no nos ciega
de repetirse jornada tras jornada.
Entre escaparates y horarios,
espero siempre ese instante
en que vuelvo a sentir que es mi amigo
el mundo que tantas veces me asfixia.
Viene por sorpresa un día cualquiera,
disfrazado de azar y costumbre.
No ha sucedido nada,
pero nada es ya lo mismo que antes.
Eso es el milagro. No salgáis a buscarlo:
es algo que llevamos en nosotros.


Nuestro tiempo

Nos parece mentira, pero sí, hubo
un tiempo sin nosotros, años y años
en los que ni siquiera fuimos sueño
de cuerpos reposando tras amarse.
Aunque jamás lo hayamos meditado,
pudo haber una vida sin nosotros.
Tú en otros brazos, yo en otra mirada,
o solos por la calle y sin buscarnos.
Aunque lo rechacemos, habrá un tiempo
sin nosotros, durmiendo nuestra muerte
sin despertar, ni besos, ni caricias.
De las miles de vidas que pudimos
haber sido, logramos el prodigio
de desayunar juntos los domingos.


Presagio

No necesitaba remover los posos fríos de té
que duermen en el fondo de la taza para adivinarlo.
Ya conozco que entre el milagro
y la desgana irá transcurriendo sin remedio
el número secreto de mis días.
El pasmo de nueva vida creciendo
mientras mueren quienes me ayudaron a crecer.
En la misma ciudad, por calles ajenas,
madurará en silencio mi cuerpo,
largamente adiestrado en las costumbres
de la literatura, las caricias y el sueño.
A mi lado una piel que amaré
porque es el paisaje tibio en que crezco.
Todo se irá transformando sin darme cuenta
en este día lento que llamamos existencia.
Todo, salvo el desapego con que miro mis dedos,
ahora firmes, después temblorosos,
mientras remueven los posos fríos de té
que duermen en el fondo de la taza.


Jacob Iglesias, de No todas hieren (La penúltima editorial, 2016).


lunes, 5 de septiembre de 2016

LOCURA LUZ: Rubén Darío Fernández.



Nuevo libro del escritor Rubén Darío Fernández, donde esta vez, nos presenta una serie de relatos largos en los que los personajes de sus anteriores novelas viven otras realidades: convivencias en un anti-psiquiátrico, profesores universitarios peculiares y alumnos singulares, huidas de la vida común a la fosa común, detectives privados dudando entre el morir y el matar, rabia, impotencia y soledad de padres ante la pérdida de sus hijos y cruces de destinos donde la violencia y el dolor llaman en plena noche a nuestras puertas, siempre en esa mitad de camino en la que la locura se hace luz como si fuera la única senda transitable para poder seguir viviendo. Pero, siempre, la vida, se impone.

RELATOS:

-Locura Luz
-No seremos nadie
-33
-En la noche
-En el País de la Semana Cero
-Reto al desafío a golpes de sol y edad

FRAGMENTO:

Y así, como si de un mundo lejano y oscuro llegase, negras nieves empezaron a caer sobre el tejado en forma de cruz del psiquiátrico, cubriéndolo todo en cuestión de segundos, dejando las ventanas grises, el patio y sus columpios negros, las verjas del perímetro con una capa rugosa y grisácea por la cara frente al viento, las aceras tapizadas por esa siniestra llovizna negra y caliente, como si la estela de la muerte hubiese dejado allí su sello. Y de tal forma la oscuridad fue apagando a deshora el día, como un puzzle infinito de piezas sombrías. El alma ha muerto. Silencio, el abismo, está aquí. Todo lo que sigue, ya sucedió, y por el momento, Locura: Luz.



sábado, 3 de septiembre de 2016

EL LIBRO BLANCO: Augusto Rodríguez.



El libro blanco es un conjunto poético donde el resultado es mucho más que la suma de las partes. Es más: ninguna operación aritmética es capaz de reducir o explicar el efecto aluvional cualitativo que produce la lectura de este volumen que es a la vez una antología, una selección de textos previos, una muestra del camino recorrido pero también una absoluta novedad en la cual la extensión permite la perspectiva, el efecto de profundidad que –ahora se confirma- se ha propuesto Augusto Rodríguez como proyecto de trabajo cuya solidez estética se hace evidente. El carácter antológico que pudiera presentar este libro es un aspecto que sirve al aparato crítico para distinguir una poesía de proyecto, una estética planeada y consciente de tanto exabrupto repentista y sin dirección que hoy día abunda en la blogosfera, en las páginas y páginas sin fin del hipertexto contenido en esa maravilla, en esa medusa de signos llamada Internet. Este es un libro, quien recorre sus páginas recorre una aventura humana concreta (parafraseando a Whitman) pero a la vez tiene en las manos un instrumento de introspección y conocimiento, una herramienta hecha de palabras pero cuyo efecto trasciende las palabras. Augusto Rodríguez logra, entonces, en esta muestra antológica, un excedente de sentido que se desprende del sintagma y que admite, entre otros, dos adjetivos fundamentales: saludable y exacto.

Rafael Courtoisie

Augusto Rodríguez es un poeta ecuatoriano para leer de mañana, como un café fuerte que nos deja levitando todo el día.

Antonio Skármeta

La voz de estos cantos parece asistir a todas las muertes y enterrarlas una a una, como si el poeta fuera sepulturero de mitos desgarrados y figuras paternas.

Andres Neuman

Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979). Periodista, editor y catedrático. Autor de 20 libros entre poesía, cuento, novela, entrevistas y ensayos en prestigiosas editoriales de España, México, Cuba, Rumanía, Perú y Ecuador. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vázquez (2005), Finalista del Premio Adonáis, España (2013). Uno de los fundadores del grupo cultural Buseta de papel. Ha sido invitado a los más importantes encuentros literarios en: Madrid, Ciudad de México, La Habana, Santiago de Chile, París, Caracas, Nueva York, Monterrey, Buenos Aires, etc. Parte de su obra poética está traducida a diez idiomas: inglés, árabe, portugués, catalán, rumano, italiano, alemán, turco, francés y medumba (Camerún). Editor de El Quirófano Ediciones. Director del Festival Internacional de Poesía de Guayaquil Ileana Espinel Cedeño. 



viernes, 2 de septiembre de 2016

1 POEMA de MÓNICA CALDEIRO




contemplo la búsqueda
contemplo la huida

cuéntame cómo se sienten los márgenes
de los ríos helados
cómo se siente introducir el dedo pulgar en las
aguas que cortan la respiración
cuéntame las palabras que rozan flores
y que llenan los vasos de jazmines
recolectados
cuéntamelo
yo no lo sé
cuéntamelo
yo no lo sé
pues
escogí la huida
escogí no acercarme

la pasarela de las montañas
en el mismísimo centro de verdes valles
inmensos insustituibles controlados
por un poder mayor
se puso ante mis ojos
con un crucifijo irguiéndose en el
límite y nunca lo hubiera
dicho nunca lo hubiera dicho
pero con paso frágil me acerqué
situando con cautela los pasos torpes
sobre las rocas
y nunca lo hubiera dicho
nunca lo hubiera dicho pero
me acerqué y toqué el crucifijo
con los vientos bajo los brazos
intensificando su impulso suave
de lengua acariciadora
y me dejé ir y
me senté ante cielos y montañas
me dejé ir y supe
que no caería
que no caería el viento me sostuvo
y supe
que no caería

a cada paso
me hacía preguntarme y contemplar
huida y búsqueda
y movía un pie hacia los
vientos daba de nuevo un paso
hacia los vientos

cuéntamelo
no sé
por qué ahora escojo
huida
dime cómo se siente
cómo el frío congela
el músculo inerte
los nervios
los sentidos dormidos
o cómo despierta el calor interno
que sube hacia el centro
y prende la llama
el fulgor del ansia de ser
de desear
de actuar
y
cómo la búsqueda me acerca al peligro
y
cómo la búsqueda me lanza a la pértiga
por cómo extraño los vientos y los bosques
y las palabras que fluyen entre las flores
como pájaros o abejas
y que vienen a polinizarme en sueños
con susurros de libertad
de búsqueda
de empuje
de riesgo
cantándome un círculo a Dionisos
cifrado
pues el dios me dijo muy claro
«hay algo que no funciona
porque no te
abandonas no te abandonas
no te
abandonas al poder
de los bosques»

no te abandonas a la búsqueda
como una loca que gira
como una peonza que sigue
la dirección de los vientos
y contemplas la huida y callas
y contemplas la huida y decides
inmóvil
y decides


Mónica Caldeiro